Crónica del Maratón de Lima (por Fernando Vilardebó)
Ventajas del
correr en una ciudad donde nos hospeda un viejo amigo.
Domingo, nuestro amigo y anfitrión en Lima sugiere
y cocina la siguiente propuesta para la noche previa de la maratón. Como es
deportista, médico y especialista en nutrición, ni falta que hizo que le
dijera/que él supiera que la noche anterior solo se comen hidratos de carbono
con grasas insaturadas, es decir aceite de oliva.
Aceite de oliva extra virgen donde se fríen
dos dientes de ajo y el ají o chile o peperonchino, sin venas ni pepas. Cuando
esté dorado sacas y botas el ajo y el ají, así te queda el aceite aromatizado
listo para recibir dos o tres filetes de anchoas, bien picados a sofreír. Luego
es el turno de agregar la cebolla blanca picada, pimiento rojo y verde sin
venas ni semillas. Incorporas doce aceitunas picadas. Una cucharadita de orégano
seco. Media cucharadita de pimentón, paprika, revolviendo, sofriendo a fuego
lento. Se le incorpora un vaso de 125 cc
(como las motos) de vino blanco que se irá reduciendo a fuego alto, cuando esté
bastante reducido se le incorporan cuatro tomates pelados y cortados en
cuadraditos (concasse para los legos) y bajamos el fuego para terminar de
reducir. Recién entonces se salpimienta con un pelín de azúcar rubia. Al final, solo al final, colitas de langostino
y perejil fresco picado una vez apagado el fuego.
Luego la pasta –De Cecco lingüine número
siete- 12 minutos de cocción, al dente son
sólo 10 minutos Amanda, de vuelta al trabajo, no importaba nada... Y la agregas
a la salsa.
Aparte la ensalada. Corazones de alcachofa,
por ejemplo cuatro corazones de alcachofa o si son más pequeños, pues ocho (la
música, la cocina y la matemática se necesitan imperiosamente). Una bandeja de
champignones enteros, estas bandejas tienen 200 grs. Tres tomates, sin pelar,
crudos, cortados en medias lunas (resultaron grandes, cortes más pequeños
entonces). Diez espárragos verdes –trigueros en España- blanqueados y cortados
cada 2 cm. Los corazones de alcachofa (suerte de disco de 10 cm de diámetro,
nunca los había visto así) cortados en cuartos.
En un wok aparte se fríe una cucharada de ajo picado (se compran en el
súper en frascos, ya picados que evitan mis dedos de ajo durante días). Sin que
se queme se agregan los champignones cortados en cuartos, se doran, se mueven.
Se agrega pisco, un poco. Chispa y flambeado, Oh, My God! Al finalizar los
fuegos de artificio, se agregan a la ensalada. Perfecta, todas las vitaminas y
colores, verde, rojo y amarillo
La alcachofa tiene efecto depurante, el
tomate viene con vitamina C, activa el sistema inmunológico. El esparrago,
potasio y fibra. Son todas azucares de absorción rápida que darán energías de
utilización para mañana.
La vinagreta de soja y miel. Un medidor
pequeño, de barman o cocina, se toman iguales medidas de soja y oliva, otra
medida de aceto balsámico que, como no lo encuentra pone vinagre de vino. Y la
miel? No hay miel, pues azúcar rubia le dicen aquí al azúcar negra.
Vino
tinto. Lan un Rioja español (nuestro anfitrión es español afincado en
Lima hace 18 años), siendo el vino tinto bueno para el corazón, una copa por
día siete días a la semana, sube el colesterol bueno; esto por lo tanto es
también bueno para la maratón, ¡así que vamos!
Listo para correr la maratón, ya puse el
despertador a las 4 am.
Maratón de Lima.
Patrocinada por Movistar, y organizada por
Adidas –como parece ser la norma en Latinoamérica- se inicia la maratón de
Lima, con tres pruebas de 10, 21 y 42km. Media y Maratón salen juntas. Casi
15000 corredores, apenas un 34% de mujeres son de la partida (en casi todos
lados la mitad es la norma, y entre los finisher suele haber mayoría de
féminas). Un 10% de extranjeros, y apenas 38 argentinos (a Nueva York van 500)
Lima me impacta por su limpieza, todas sus
calles están impecables, extrañamente limpias en todo tipo de barrio. Las
plazas parecen campos de golf, los cestos de basura están vacíos. Gente limpia,
bella ciudad.
La expomaratón en el Parque Mágico del Agua
-entorno de ensueño- es una fiesta. Cuatro food trucks, una palestra, y un gran
local de Adidas.
Por lo que he visto esta es una carrera que
no deja de crecer año tras año. Perfecta, organizada al detalle, con muy buenos
cortes de calle en una ciudad no demasiado acostumbrada a las maratones
(quejosos y vocingleros automovilistas). En todos los puestos de hidratación
agua y gatorade, una empleada de limpieza que barre obsesivamente los vasos de
cartón descartados, fruta por doquier y
geles. Muchas alfombras de medición de tiempos parcial durante el recorrido. Los
vecinos en los últimos 10 km salen a la vereda con su heladerita de camping y
convidan vasitos con agua o gatorade, bananas o gajos de mandarina.
Lima está comunicada por grandes avenidas,
desde una intersección de ellas salimos en dos prolijas filas los de 42km por
un lado con las musculosas naranja, los de la media por la otra con idénticas
remeras pero de manga corta para encontrarnos unos minutos después y volvernos
a separar tras casi diez km en un bello campo de golf en pleno centro de la
ciudad, en el punto de la separación los de 21km temían equivocase y caer en el
infinito (pero finito) corredor del doble de distancia, y nosotros tuvimos que
–como siempre- afirmar la decisión de correr la distancia total y no la amable
mediamaratón. Me asombran en forma reiterada la limpieza de todos los barrios
por los que pasamos, lo admirablemente limpias que están sus plazas, y luego
vería como los maratonistas se desviaban 30 metros para tirar sus sobres de gel
usados en un cesto.
Circuito trabado, idas y vueltas como suele
ser todo en esta ciudad. Lima, la zona costera está en una nube. Algunos
molestos desniveles y humedad. Calor y humedad. Buen ritmo inicial, a esto estoy acostumbrado,
paso a los pacers de 4:30 – 4:15 y 4:00 horas con sus llamativos globos de
helio soñando esta vez dar el esquivo batacazo del tiempo record. Al pasar la
media maratón con el grupo de las cuatro horas, unos veinte varones al paso.
Una voz de mujer saluda, “vamos, amor!” todos nos damos vuelta y agradecemos
sonrientes; el real destinatario se sintió un poco molesto –quizá celoso- con nuestra
actitud de faunos y decidió salir corriendo, el problema fue –es- que todos
salimos corriendo (¿escapando?) hacia adelante y la mujer quedó sola.
Inevitable 1: repito estoy alucinado con la
limpieza de la ciudad, en la vuelta del km 27 aproximadamente, zona de talleres
mecánicos las veredas que reciben los autos para reparar, como cualquier zona
similar aquí a las pérdidas de aceite que manchan los pisos las limpian, apenas
vestigios quedan…
Inevitable 2: irme quedando sin nafta… voy
deteriorándome kilómetro a kilómetro y perdiendo rendimiento. Conozco esta
historia. Será hora de apretar los dientes ante la falta de genes adecuados
para llegar grácil y satimbanqueante a la llegada. Será reptando, sufriendo, o
como sea que llegue al final. Una sola certeza, dolorosa, es que llegaré.
Cerca del final, cuando aún faltaba una
enormidad, me espera Cristina ante una avenida donde el desnivel era evidente.
Aprovecho para caminar amablemente con ella unos 600 metros, recibir una flor
amarilla de regalo (que devuelvo hasta el reencuentro) y nos despedimos. Esto
que me encuentre en el momento de mi peor deterioro –donde yo mismo me daba
lástima- y aún me ame son cosas que solo el amor logra.
Cualquiera. Grandes o pequeños carteles
promocionan obras de teatro. Desde la famosa Diálogos de la vagina, hasta obras
en homenaje a los 400 años de la muerte de Shakespeare. “Cualquiera”, parecía
ser un cartel indicador de calle pero no, es una obra de teatro inglesa del
siglo XV aggiornada en la que el conflicto es cuál es la actitud frente a la
visita de la muerte, un exitoso hombre de negocios es visitado por la muerte
con quien conviene prolongar su estadía si encuentra a alguien, cualquiera, que
hable bien de él. ¿Quien hablaría bien de mi ante un acuerdo con la Parca para
que me haga avanzar más rápido?. Esto pasa en el kilómetro 33, la edad de
Cristo, donde ante mi extrema lentitud en el transcurrir entre kilómetros me
visitan estas extrañas reflexiones.
Lento o rápido, si persistimos en la senda
llegaremos. Así, superado hace rato por los pacers de 4:00, 4:15 y 4:30 –con la
horrorosa depresión que me sobreviene cuando los siento cerca, me alcanzan
y los veo irse- y también por un entorno
femenino; suele pasar al final cuando mi deterioro es evidente, mi ritmo
crucero es velocidad de babosa, que las que me superan grácilmente son Ladies,
jóvenes o no, hidalgas o no, cholas o blancas (así se definen aquí) me pasan
como alambre caído.
Un último esfuerzo –machito al fin- trato
de no dejarme pasar por dos bellas jóvenes de piernas largas como flamencos con
–también- largas medias de compresión rayadas roja, negra y blanca con un
anillo dorado. Las jóvenes debían avanzar, como sea, para no ser detectadas por
las víboras de coral que, nerviosas, las miraban sospechando lo peor. Horacio
Quiroga también estuvo por aquí. Yo, más cansado que las flamencos, también fui
superado por ellas en el kilometro del final.
Ventajas del raleo de corredores del final.
En los últimos metros, frente al arco de llegada el locutor oficial habla de mí,
“se está acercando el atleta número 623, Fer: adelante!”
Saludo emocionado y algo lloriqueante -como
siempre- ante el final del recorrido.
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